Me licencié en Ciencias Físicas en la Universidad Complutense de Madrid en 1988. Empecé a trabajar como docente en la Facultad de Físicas en donde me doctoré en 1991. Investigué en dispositivos optoelectrónicos y magneto ópticos para la industria de automoción (Alcatel SESA y Alfred Teves), de fibra óptica (Bayer AG) y de iluminación (Philips Lighting NV). Mantuve la actividad académica unos quince años (tiempo completo/parcial) como docente de cursos de física aplicada y óptica, así como en seminarios de gestión del conocimiento y micro/nanotecnología.
Tras colaborar un par de años como asesor de Prospectiva en la Agencia Nacional de Evaluación y Prospectiva, a finales de los 90 empecé a investigar en el INTA (Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial / Ministerio de Defensa) en el satélite Rosetta de la Agencia Espacial Europea (ESA) y el NANOSAT 01 del INTA. En 2003 ingresé en la escala de los Científicos Superiores de la Defensa en el INTA y fundamos el Laboratorio de Optoelectrónica Espacial, que dirigí durante una década. Este laboratorio participó en satélites de órbita baja (NANOSAT 1B y OPTOS) así como en misiones destinadas a Marte.
En 2012 tuve la suerte de iniciar un periodo de cuatro años como Experto Nacional Destacado en la Comisión Europea. Desde la Unidad de Política e Investigación Espacial, trabajé en el diseño del programa de trabajo espacial de Horizonte 2020 y lideré el diálogo en tecnologías críticas con la la ESA y la Agencia Europea de Defensa (EDA).
Tras reincorporarme al INTA en 2016 en la Subdirección General de Programas Espaciales, en 2019 solicité excedencia voluntaria. Inicié una nueva y fascinante etapa en IMDEA Nanociencia (Instituto Madrileño de Estudios Avanzados), en donde llevo las Relaciones Estratégicas y un Laboratorio de Pruebas de Concepto para potenciar la Innovación Disruptiva en IMDEA.
Un último aspecto que me hace mucha ilusión es haber sido uno de los doce seleccionados para el Grupo Asesor de alto nivel de la OTAN en Tecnologías Emergentes y Disruptivas. Esta iniciativa surgió a mediados del 2020 y, entre otros aspectos, abarca la nanotecnología y el quinto dominio militar: el espacio.
IMDEA Nanociencia es una de las siete fundaciones IMDEA que la Comunidad de Madrid creó a finales de 2006. Resulta que unos años antes, hacia el 2000, dirigía desde el INTA el Círculo de Innovación en Microsistemas y Nanotecnología (CIMN). Hicimos un extenso estudio ‘Nanotecnología en la Comunidad de Madrid’ que incidía en el excelente posicionamiento de los investigadores e instituciones radicadas en Madrid.
Gracias a este informe los gestores de la época identificaron a la nanociencia como una de las áreas en las que focalizar la investigación de la Comunidad. Sin saberlo, habíamos contribuido a lo que más tarde sería IMDEA Nanociencia.
En 2018, con motivo de potenciar la cooperación con los EE.UU. en Tecnología Cuántica, recibimos en el INTA una delegación de la marina estadounidense. Estaban interesados en conocer nuestras capacidades y la de los centros de excelencia próximos. En aquel momento recordé a IMDEA Nanociencia y redescubrí este pujante Instituto.
Casi 20 años después volvía a dejarme seducir por el nanomundo, hasta tal nivel, que terminé por arrancar una nueva etapa profesional en IMDEA Nanociencia. Creo que su investigación de frontera en la nanoescala resultará en aplicaciones y avances que, en el medio y largo plazo, podrían ser hasta revolucionarias. Y claro, participar de que ‘inventemos nosotros’ no deja de ser apasionante.
IMDEA tiene tres objetivos. Uno de ellos es atraer talento, pues se formó para impulsar la investigación de excelencia en el entorno de Madrid. El segundo es dotar ese talento de las mejores instalaciones posibles para contribuir al avance de la investigación. El tercero es conectar con la sociedad y los retos de la industria para ofrecer soluciones desde la nanociencia y la nanotecnología y contribuir a que nuestro tejido empresarial sea más competitivo.
Mi pasión por el espacio me hizo ir a dar con la nanotecnología. En los 90 la NASA la incorporó en su planeamiento estratégico y por ende el sector espacial empezó a pensar en clave nanotecnológica. En aquellos años la Aerospace Corporation organizaba en los EE.UU. jornadas sobre micro y nanotecnología aplicadas al espacio que facilitaron que llegara al INTA la nueva ola de la nanotecnología. Aunque esta disciplina arranca décadas atrás, fue en aquellos años cuando empezó a cobrar fuerza y generalizarse.
Pusimos en marcha iniciativas tales como la realización de Jornadas de micro/nanotecnología para el espacio a nivel español y el lanzamiento del programa NANOSAT. A la par liderábamos el Círculo de Innovación de la Comunidad de Madrid. Fue entonces cuando creí adecuado divulgar hacia la sociedad y, en particular, al Ministerio de Defensa, lo que supondría este nuevo paradigma.
Escribimos Microsistemas y nanotecnología para la defensa, que quizá fue el primer libro en español de divulgación sobre nanotecnología. A mí me atrajo la necesidad de aplicarla en el espacio, un área en constante búsqueda de la tecnología más avanzada, para sobrevivir en altísimo vacío, cambios de temperatura, radiación… ¡Todo lo que implica dejar atrás nuestra segura Tierra!
La nanociencia trata de los principios básicos que rigen en la nanoescala, de los fundamentos que confieren a los nanoelementos, nanoestructuras y nanomateriales; así como sus peculiares propiedades que están intrínsecamente ligadas al avance de la nanotecnología.
La nanociencia es el equivalente a los aspectos fundamentales de la física, de la química, biología, llevadas al nanomundo, en donde desaparecen las fronteras entre estas áreas del saber y todo se empieza a entremezclar. La nanotecnología es una implementación con esos principios y fundamentos científicos de cara a desarrollar determinadas aplicaciones e incluso escalar a dispositivos.
La constante búsqueda del conocimiento ha hecho que el ser humano haya rebasado mil y una fronteras. La historia nos ha demostrado de lo impredecible de cada uno de los grandes hitos logrados en ciencia y tecnología. A mi modo de ver, a día de hoy hablar de nanociencia y nanotecnología es como si hace un siglo habláramos de física, química o biología y de las florecientes áreas de aplicación de la época.
La nanotecnología empieza a tener un impacto global en la sociedad y es consustancial con su propio avance. Estamos rodeados de nanotecnología por todos lados: electrónica de consumo, comunicaciones, materiales y recubrimientos, automoción y transporte y un largo etcétera.
Por no entrar en todos los aspectos químicos, biológicos y los incipientes avances en farmacología y medicina (piénsese en las vacunas y los test para combatir la pandemia actual). Por eso creo que el impacto de la nanotecnología en la sociedad es impredecible, ya que será el derivado de la propia evolución de la sociedad.
Las aplicaciones descontaminantes y antimicrobianas de las nanopartículas fueron propuestas hace más de 20 años.
Gracias a empresas como NOB166 se ha constatado de la bondad y viabilidad industrial de estos pronósticos. Son un claro ejemplo de éxito de aplicación de la nanotecnología. Han logrado ingenierizar las nanopartículas para desplegarlas y fijarlas en donde se requiera, además de aumentar su acción temporal al interaccionar con distintos gérmenes o patógenos, demostrando una gran eficacia.
En pocas palabras, tienen capacidad de estar fijadas a los textiles y otras muchas superficies, a la vez que su eficacia antimicrobiana perdura mucho más en el tiempo. Esta funcionalización de las nanopartículas es para mí claramente una línea de futuro para los antimicrobianos.
Si bien los antimicrobianos son necesarios en muchos sectores (por ejemplo en garantizar la desinfección de asientos en aviones y trenes de largo recorrido), en el caso de los hospitales son indispensables. Es conocida la proliferación de las bacterias hospitalarias, que cada vez son más resistentes y nocivas. Por ello es muy aconsejable avanzar en la I+D y la utilización de esta clase de productos.
La ventaja de la nanotecnología es que con ella avanzamos en funcionalizar el revestimiento de las partículas y generar estructuras que las liberan progresivamente a la vez que sirven para fijarlas en las superficies. Gracias a la nanotecnología podemos mejorarlas y conseguir que estas se adapten a amenazas constantes como la que plantean los microorganismos.